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La receptividad: un imán para el amor

Vacía se queda la vida sin amor, del tipo que sea: romántico, fraternal, amistoso, hacia un animal, hacia un proyecto de vida… Estar receptivos y envueltos de amor nos permite disfrutar de cosas mundanas y convertir lo normal en algo increíble.

Todos queremos recibir amor en todas sus formas, pero para obtenerlo hay que saber recibirlo, ¡y no hablemos de darlo! ¿Estamos preparados para ello? Arrastrar heridas y decepciones pasadas nos aleja de lo bueno y, aunque el amor es algo que puede asaltarnos de repente, en la elección de las parejas hay menos casualidad de la que imaginamos. Sisisisisi. La receptividad afina tu criterio, te mantiene alerta y envía señales a los que te rodean. La atención que prestas a tus nuevas aventuras determina, en gran medida, el éxito de tus elecciones. Así que recuerda: ante el problema de no encontrar pareja, TÚ ERES LA SOLUCIÓN.

¿Qué significa estar receptiva?

 

Si hasta ahora has creído que receptividad era sinónimo de espera y vulnerabilidad, borra cassette y presta atención. Solemos malpensar que estar receptiva significa quedarse inmóvil esperando a que ocurra algo maravilloso y rezar para que en el durante no nos hagan demasiado daño. ¡Nada que ver! En realidad, receptividad significa estar abiertas a las cosas buenas tanto para dejarlas entrar como para saber dejarlas marchar. Lo importante de ser y estar receptivos no es el éxito o la derrota de las conquistas, sino la posibilidad de circulación, de que ocurran cosas y que sepamos verlas venir y cogerlas al vuelo cuando sucedan.

En parte es un dejarse llevar, sí, pero no sin que ello implique un acto de fe, de valentía y de aprendizaje, porque estar receptivo también es hacerse cargo del rol propio, de las decepciones que también podemos generar en los demás y de la responsabilidad afectiva que ello conlleva. Una movida tocha, pero mucho más simple y orgánica de lo que imaginas. A continuación una prueba de ello:

Claves para disfrutar de la receptividad

Cuídate por fuera pero sobre todo por dentro

 

Ordena tu mundo. Así, en general. Aprender a recibir el amor con los brazos abiertos es como invitar a gente a casa. Si el piso está hecho una pocilga, difícilmente te apetecerá traer a nadie. Levántate, limpia tus asperezas, dedícate tiempo de calidad y mantente socialmente activa. En el hecho de entrar y salir sin buscar nada en concreto puede surgir la magia mucho antes de lo que esperas.

 

El que busca… ¿siempre encuentra?

 

A veces sí y veces no, c’est la vie! Por eso insistimos una vez más: no vivas tu receptividad como una cuenta atrás antes del gran golpe de suerte. Es una actitud prolongada en el tiempo, no un billete a ninguna parte. Entiéndenos: salir a buscar historias está genial, pero puede condenarte a sentir cierta frustración si la noche no sale como esperabas. Mejor apaga el cronómetro del amor y déjate llevar. ¡Busca menos y ríe, baila y diviértete más!

 

Descarga una app de citas y úsala con criterio

 

Lo que quiere decir: cúrrate la elaboración del perfil, sé sincera contigo misma, con los demás y toma la iniciativa. ¡Estás al volante, nena! Prohibido mantener conversaciones con desgana. Si estamos, estamos, ¿entendido? Recuerda que en la app de citas de adopte dispones de un buscador preciso en el que puedes encontrar al zagal de tus sueños por filtros y preferencias concretas. Tú pide por esa boquita.

 

Sé selectiva y disfruta de lo bueno

 

La receptividad no está reñida con la exigencia, bien al contrario. Quizás no te enamoras porque las personas que se cruzan en tu vida simplemente no entran en tus expectativas. ¡Ni más ni menos! Lo importante de la receptividad es que te ayuda a verlo a tiempo y a no intentar historias que acaban mal y que te hacen caer en discursos viciados. Estar receptiva te permite valorar lo que realmente quieres y necesitas, por eso, cuando llega, lo tomas con energía y sobre todo sientes que lo mereces.

Dale receptividad a tu cuerpo, Macarena y verás como llega la alegría y cosa buena. Recuerda que estar receptiva no es cuestión de suerte, sino de decidir qué haces con tu suerte. ¿Vamos a ello? Ehhhhhh Macarena, AAHH-AAHH.

 

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