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¿Existe el amor a primer olfato?

POV: vas por la calle tranquilísima cual canción de C.Tangana y de repente pasa alguien que huele igualito igualito que tu crush. Entonces ocurre todo en un segundo: cambio automático de expresión, piel de gallina, pulsaciones a mil y una profunda y placentera inhalación de la fragancia que te lleva volviendo loca las últimas 3 semanas.

Vale, falsa alarma, no era él, pero tu cuerpo no ha podido evitar reaccionar ante la huella olfativa de la persona amada y eso, amiga, lo deja todo más claro que la prueba del algodón: este tipo te encanta, it’s a fact!

¿Pero por qué nos pone el cerebro esta trampa química? ¿Somos los humanos unos yonquis del amor? La respuesta es sí, y en adopte te lo contamos:

EL PODER DEL OLFATO EN EL AMOR

La amígdala me lo confirmó

La culpa de que tu cuerpo se vuelva loco cuando le hueles el cuello a tu churri la tiene un conjunto de neuronas ubicadas en los lóbulos temporales del cerebro que se encargan de almacenar y procesar todas tus reacciones emocionales, entre ellas, las del placer. Al parecer, todo lo que olemos lleva consigo una etiqueta asociada al sentimiento que nos produce, por eso con detectar un simple aroma podemos percibir un aluvión de estímulos relacionados con un determinado recuerdo, por muuuuy lejano que sea. Igual que reconocemos una cara o una voz, en alguna parte de nuestra cabecita aprendemos a diferenciar entre miles de olores el aroma que desprende nuestro ligue, ¡Y qué rico huele, por dios!

Digamos que somos incapaces de pasar más de una hora sin perder el móvil en nuestro propio salón, pero la amígdala es lo suficientemente espabilada para diferenciar el olor de la persona que nos apasiona y ubicarlo en la sala VIP de las respuestas emocionales. En fin, ironías de la naturaleza.

¿Qué papel tiene el olfato en el amor?

Los humanos somos animales, y esto es algo que se nos olvida muy a menudo. Así como un cervatillo es capaz de reconocer a kilómetros las sustancias químicas secretadas por un espécimen en celo, nosotros tiramos de memoria olfativa y de placer sensorial para decidir si alguien nos atrae genéticamente (entre muchas otras cuestiones, claro está). 

¿Cuántas veces has oído eso de que delante de la persona amada se dilatan las pupilas y se acelera el ritmo cardíaco? Vale, pues ahora súmale a la ecuación una ligera activación del proceso de sudoración. Suena a marranada, pero no lo es. De hecho, naaaaaada tiene que ver la sudoración que expulsamos durante la actividad sexual con la que provoca un vagón de metro en hora punta, ¿verdad? Esto es así porque la información que desprenden nuestras feromonas en contextos sensuales es mucho más peculiar e íntima que la que secretamos en otras situaciones. El sudor no deja de ser una especie de afrodisíaco que aumenta los niveles de cortisol, algo que eleva a tope la excitación sexual.

Moraleja: no te rayes tanto por oler a rosas en pleno acting porque la estimulación del olfato es un verdadero puntazo en la cama.

Los perfumes: las alcahuetas del amor

Ha quedado claro que cada piel tiene un aroma único que la caracteriza, pero si además le sumamos nuestra obcecación por embadurnarnos de olores gustosísimos, el resultado es irresistible. La mezcla entre nuestras sustancias naturales y las aplicadas artificialmente modifican la huella olfativa hasta elevarla a la potencia. Es la identidad de siempre, pero llevada a su versión más premium, lo que ofrece un cuadro sensorial difícil de igualar y aquí sí que sí, no hay quien pueda con ello.

Ahora bien, si el bolsillo no te da para unas gotitas de perfume o simplemente es algo que no va contigo, recuerda que el olor de tu pelo y de tu piel siempre serán mucho más potentes que cualquier artifical químico. Reivindica la personalidad de tu aroma y anda bien atenta por las calles de tu ciudad porque ahora sabemos que el amor, como bien dice la canción, está en el aire.

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