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Responsabilidad afectiva: la clave del éxito amoroso con Mara Mariño

A diferencia de lo que podemos haber visto en películas románticas, una relación no es algo que sucede mágicamente. El amor requiere compromiso y cuidado por nuestra parte. Más que algo caído del cielo, para que funcione una pareja hace falta trabajo activo que requiere esfuerzo. Y, si no se habla de esto, es porque forma parte del lado menos glamuroso de la relación, el lado de remangarse y ‘mancharse’ las manos.

Aunque, también tiene su parte de encanto. ¿Cómo de reconfortante es saber que tienes las herramientas para que tu historia de amor siga siendo tan maravillosa como el primer día gracias a vuestros esfuerzos recíprocos? Te puedo asegurar que una buena pareja no nace, se hace.

Y dentro de las cualidades que son como un ‘gimnasio’ relacional -y nos ayudan a fortalecer el vínculo-, está la responsabilidad afectiva. Si no te suena el término, te lo explico: consiste en ser consciente y responsabilizarse del impacto que tienen nuestras acciones, palabras y sentimientos en los demás. O, en este caso, cómo impacta en nuestra pareja.

De la misma manera, también consiste en atender los sentimientos de la otra persona, intentando comprender lo que hay detrás de sus actos. Es decir, es un ejercicio de autoconocimiento (equivalente a sacarte un máster sobre ti) y de empatía, al ponerte en el lugar de quien tienes enfrente y ser capaz de entender su punto de vista.

5 claves de las que debes tomar nota

Nadie dijo que la responsabilidad afectiva fuera a ser un camino de rosas, sobre todo teniendo en cuenta que, a diferencia de las matemáticas o la filosofía, no solemos recibir mucha educación emocional. Así que, en la edad adulta es cuando nos toca adquirir esa serie de habilidades que nos permiten llegar al nivel de comprensión y respeto personal y de la otra persona. ¿Lo mejor de todo? Que se pueden aprender (y poner en práctica con tu pareja para convertiros en la definición de #couplegoals).

1. Comunicación

Al igual que aprendemos a hablar en nuestra infancia, décadas después nos toca aprender a comunicarnos de manera clara y asertiva. Una comunicación abierta, respetuosa y transparente hace que la conversación se convierta en un espacio seguro en el que compartir los sentimientos y puntos de vista sin miedo. Esto permite sentir que nuestras preocupaciones y opiniones son validadas y, al mismo tiempo, podemos escuchar sin juzgar a la otra persona. Para entrenar esta habilidad hay que centrarse en la escucha activa, sin pensar en la respuesta que vamos a dar a lo que estamos escuchando. Ya llegará nuestro momento de hablar, ahora toca escuchar con atención y preguntar si algo no nos queda claro. Y, a la hora de expresar nuestra perspectiva, hablar desde el yo, desde cómo me hace sentir la situación actual y tratando de evitar los “siempre” y “nunca”.

2. Límites

Marcar un límite empieza por entender qué es con lo que nos sentimos cómodos y con qué no para expresarlo a la otra persona. Además, hay que ser consistente con ellos y no dudar si hace falta reajustarlos o poner nuevos límites, así como comunicar si se han cruzado. Es una carretera de doble sentido, porque también hay que reconocer y respetar los de la pareja aunque no se parezcan a los nuestros o no los compartamos. Aprender a poner límites y que sean respetados por la pareja, es algo que ayuda a sentir seguridad y valoración en la relación, ya que significan que nuestros deseos y necesidades importan.

3. Escala de prioridades

La tolerancia hace la vida más fácil para todos y eso incluye las relaciones de pareja. Por eso, intentar no quedarse en las cosas pequeñas para no sobrecargar ni aumentar tensión es una manera de preocuparnos por la otra persona. No digo que si estás triste o algo te ha sentado mal, no lo compartas, pero sí que hagas el ejercicio de determinar si es algo que necesita ser tratado con tu pareja. Hay ocasiones que simplemente necesitan desahogarse con una amiga, salir a pasear o escuchar una canción que nos anima. Culpar injustamente a nuestra pareja por cómo nos sentimos es algo en lo que podemos caer si tenemos una reacción emocional, sin analizar por qué respondemos de esa manera. Además es algo que, spoiler alert, suele ser más responsabilidad propia que de la pareja.

4. Validación

Una de las mayores dificultades que encontramos en la pareja es entender que, incluso sin querer o por accidente, hemos podido haber hecho daño a la otra persona con un comentario o un despiste (no hay mala intención en que alguien pueda dejarse la tapa del váter sin bajar). Por eso, responsabilizarse emocionalmente es también dejar el ego a un lado y pedir esas disculpas. Claro que puede ser frustrante haber herido a alguien sin voluntad de hacerlo, pero para ayudar a pasar el mal trago, hay que hacerse cargo de las acciones o palabras. Empieza por decirle que sus sentimientos son válidos, e intenta subir los ánimos con algo que puede ir desde proponerle un plan divertido a tener un gesto cariñoso llevándole, por ejemplo, un capuccino de su cafetería favorita.

5. No huir del conflicto

Desencuentros, malentendidos, tensiones… Son muchas las razones por las que puede darse una discusión. Y sí, por difícil que resulte en el momento -siempre queremos que acabe cuanto antes para volver a estar bien- es algo normal en una relación. Recuerda que somos personas diferentes, que venimos de familias que nos han educado diferente y con experiencias vitales diferentes. Pero discutir tiene un lado positivo, porque es una oportunidad para entendernos y salir más fortalecidos. Enfrentarse a este tipo de situaciones, incluso si nos cuesta, es una forma de hacernos cargo y asumir el problema que tenemos delante. Discutir es buscar una forma conjunta de resolverlo que sea constructiva y, una vez hecho, pasar página.

Con estas habilidades bien trabajadas, fortaleceremos la conexión emocional y se atravesarán más fácilmente las diferentes etapas de la relación, asumiendo los nuevos desafíos y encontrando estabilidad ante ellos. Sí, eso significa que tendréis una base sólida de confianza y amor mutuo, además de la capacidad de superar desafíos futuros desde el respeto, la comprensión y el apoyo mutuo. Suena bien, ¿verdad?

Escrito por la sexóloga y periodista Mara Mariño (@meetingmara)

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(Fotografía de Javier Grande Cortés)

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