
En el amor: más preguntar, menos suponer
Desde el momento en el que dos personas se conocen y se gustan, las técnicas de seducción y las señales sutiles pasan a ser las reinas del juego. Cuanto más gracia tengas y mejor te impliques, más emocionante será el proceso. ¿Habrá entendido la indirecta? ¿Estará pensando en ti tanto como tú piensas en él? ¿Será demasiado pronto para pedirle una cita?
El hecho de suponer lo que el otro quiere o piensa puede resultar divertido durante una época, pero si lo que quieres es leer la mente de tu chico/a de manera indefinida, lamentamos comunicarte que acabarás desilusionándote o metiendo la pata. Incluso para los más experimentados en el arte del amor, uno de los errores más comunes es dar por sentado lo que la otra persona siente, piensa o le apetece. Ante la duda: más preguntar y menos suponer. Fijo que así te ahorras más de un disgusto.
En el amor, ¿por qué tendemos a dar por hecho las cosas?
Ten en cuenta que las suposiciones nacen de las propias experiencias, creencias o expectativas, con lo cual, a menudo crees que la otra persona debería sentir o reaccionar de cierta manera solo porque es lo mismo que te ocurriría a ti. Tus proyecciones pueden ser perfectamente válidas, pero no universales. Desde el instante en el que das por hecho que tus acciones van a repercutir de una manera concreta, estás haciendo un acto de fe, quizás desde la bondad, pero no necesariamente desde el acierto. Cuando supones, jugas a ser una especie de vidente, pero con el agravante de que tu bola de cristal se ha quedado sin batería, y eso podría traicionarte. No te pongas trampas a ti misma.
Lo bonito de preguntar
Es posible que nos hayamos pasado de rosca repitiendo como loros el famoso “es que no debería preguntarlo, él/ella ya debería saber que…”. A ver, sí, las obviedades o los temas tratados cien mil veces ya deben estar superados. Sin embargo, cuando no conocemos suficiente a la otra persona, o incluso cuando llevamos tanto tiempo con alguien que sus prioridades y preferencias pueden haber cambiado, es fundamental pisar sobre seguro. Donde hay una duda que se pretende resolver, hay dedicación y hay interés. En los tiempos que corren, merece la pena romantizar la voluntad de comunicación en pareja. Atrévete a mostrar este tipo de vulnerabilidad que dirá mucho y muy bien de tus intenciones.
Señales de que toca preguntar y no suponer
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1. Cuando tus inseguridades se activan: Te estás montando la película de que lleva sin contestarte dos horas porque no le da la gana, pero realmente no sabes si está en un lío, no tiene cobertura o apenas le queda batería. Relax, amiga, no te avances a los acontecimientos. ¡No sabemos si está haciendo lo imposible para conseguir un cargador! Pregunta primero, desespera después.
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2. Cuando sospechas que lo que vas a hacer puede molestar o malinterpretarse: el detalle de preguntar también ayuda a prevenir cuando ya te estás oliendo de lejos la tostada del drama. En lugar de cerrar los ojos y lanzarte al vacío a hacer algo que después sabes que va a salpicarte, sacúdete la pereza de enfrentar la conversación y anticípate a las recriminaciones. Es posible que el sencillo gesto de preguntar y hablarlo ayude a que la otra persona enfoque la acción de una forma distinta y esta no tenga mayor trascendencia. Una vez más: preguntar es un ejercicio de transparencia que habla muy bien de tus intenciones.
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3. Cuando notas a la otra persona algo desconectada: incluso si vuestro feeling es total, las personas tienen días para todo. El lenguaje del amor es universal hasta cierto punto, o sea que si la intuición te dice que puede haber algo que no ronda bien, abre la boca y chequea que todo está correcto. Si no lo está, apoya, acompaña, charla e intenta ofrecer las soluciones que estén a tu alcance.
Preguntar sin ponernos pesados. ¿Cuál es el límite?
Ser claros sin ser intrusivos es menos complicado de lo que parece. Es una cuestión de confianza y de sentido común. A los inicios, será habitual que las dudas asalten más a menudo. Si la escucha que realizamos es activa e integramos esos aprendizajes en nuestra memoria sensible, iremos acumulando información y relacionándonos con la pareja o ligue cada vez de una forma más fluida. El radar, sin embargo, no siempre está afinado y a veces podemos pasarnos de comunicativos en contextos que requerirían otro tipo de acción:
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1. Cuida las formas: deja el modo detective aparcado, no hemos venido a hacerle un tercer grado a nadie. Evita, ante todo, que tu interlocutor reciba tus preguntas como una acusación tras otra.
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2. Atenta al momento y al lugar: muchas veces no hay preguntas impertinentes, sino inoportunas. Es importante que el momento de hablar se dé en situaciones cómodas para ambos. Huye de la exposición pública y de los lugares incómodos o en los que no tenéis margen para hablar tranquilamente.
Y tú, ¿eres de las que suponer o de las que preguntan? Si las cosas te han ido regulín en el amor, reforzar tu forma de comunicarte puede ser un buen inicio a la hora de conocer a otra persona. ¡A hablar se ha dicho!
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