
El placer anticipatorio de las citas: qué es y por qué nos encanta
Los juernes no se inventaron porque sí. A la gente le encanta recrearse en el momento previo al disfrute tanto o igual como si lo estuviera viviendo en el momento. Pensar en las vacaciones nunca sienta tan bien como la semana antes de cogerlas, y ninguna cita ha sido tan perfecta como la que imaginamos justo 2 horas antes de tenerla. La expectativa juega un papel clave en las proyecciones que hacemos en la vida. Son el motor que alimenta nuestra felicidad.
¿Tú también haces proyecciones en el amor? ¡Es normal!
La previa a la cita YA ES LA CITA
Como cuando quedas con los colegas para tomar algo antes de entrar en la discoteca: los nervios, las risas y las expectativas de una noche épica crean el ambiente ideal para encarar el plan con la mejor de las actitudes. Lo que luego pase, depende de mil cosas, pero no se puede negar que las ganas tú ya las llevas encima. Tu cabecita está plenamente entregada a la ilusión, y es que cuando anticipas algo placentero —una cita, un viaje, un encuentro pendiente—, tu sistema de recompensas se activa y te regala una dosis de dopamina fundamental para ir por la vida con una actitud de 10.
Proyectar no es de flipados
Así que flípate a gusto. Pensar que todo va a salir bien no es pasarse de iluso; es motivar tu lado más optimista y receptivo. Puede que luego no seas tan graciosa como creías, ni tan sexy como has planeado ante el espejo, pero la emoción de arreglarte antes de una cena MUY esperada te saca de la rutina y te prepara emocionalmente para un evento que va a requerir mucho de tu parte. ¿Ir sin ganas ni emoción a una cita? Emm… no, gracias.
Confía: las expectativas controladas sí que ayudan
“Prefiero no emocionarme, que después siempre me acaba decepcionando…”, “Pensar en negativo es mejor porque luego la caída es menos dolorosa”. Perdona, pero… ¿vas a una cita o al dentista a que te saquen una muela? Amore, tu corazón no va a agradecerte ningún chupito de amargura, sino que lo mimes con un horizonte lleno de posibilidades. Que sí, que nunca se sabe por dónde te van a llevar los derroteros de una cita, pero chica… ¡de alegrías también se vive! ¿Sabes ese momento previo al beso que es casi tan bonito como el propio beso? Pues ahí, justo ahí, es donde te queremos.
Muerte al desinterés; larga vida al deseo
Que Dios te libre de los tibios que llegan a una cita con la filosofía del probar por probar. No todo depende de la chispa espontánea que se da por arte de magia entre dos personas. La ilusión de alguien se huele a la milla. ¿Cita un viernes noche con alguien que te parece graciosísimo por chat? ¡Bum! Dopamina. ¿Mensajito que dice “¿tienes tantas ganas de quedar como yo?” Bam, más dopamina. Aunque sea por adelantado, es bonito empezar a darle forma en tu cabeza a lo que quieres que ocurra. Spoiler: a veces no sale bien, pero el viaje mental fue precioso.
Entonces… ¿cómo jugar con la ilusión sin morir en el intento?
No casándote con tus idealizaciones. Disfruta de ellas pero sin ponerte en modo fanática. Aprende a diferenciar el subidón pre-cita de la cita en sí misma. Aprovecha la dopamina del antes para surfearla, y recuerda bajarte con cuidado antes de que la ola te tire y acabes centrifugada viva. Las citas reales también tienen su propio encanto, pero es distinto al del placer anticipatorio. La clave está en saber dejarte llevar por cada emoción en su debido contexto.
¿Qué hemos aprendido hoy, amigas? Que la ilusión desmedida no es enemiga del amor, es parte del juego. ¿Va a pasar algo por imaginar futuros imposibles? No, siempre y cuando no los persigas contra viento y marea. Permite que tu corazón viva su pequeña dosis de placer anticipado sin sentirte culpable por ello. Y si después no pasa nada… al menos imaginarlo fue una pasadaaaaaaaa.
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